martes, 25 de junio de 2019

"Bicho taladro", de María Insúa

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**¿Cuál sería el momento en que empezás a escribir?
-Cuando el mundo me pareció hostil, empecé a escribir poesías. Ahí me permitía dejar en claro lo que me molestaba; usaba un lenguaje metafórico como estrategia para no ser “descubierta”. Fue un gran momento, tendría trece años y una parte de mi vida no la recordaba, por eso creo que a través de la ficción podía hablar. Escribía con libertad. Armaba libros y los mandaba a concursos, aunque era felizmente inocente lo hacía con una seriedad de creyente. Una vez gané el de la SADE de Adrogué. Cuando lo supe, salté varios escalones juntos de la escalera del colegio y me quebré un tobillo. Está claro que siempre le puse el cuerpo a la escritura.


**¿Cómo nace "Bicho taladro"? 
-Bueno, se puede decir que de la alta contaminación auditiva del barrio en que vivo. Me gusta el silencio y, claro, también para escribir, pero no lo encontraba a ninguna hora. Así que me entregué al desquicio y empecé a escribir mis sensaciones. Apareció un personaje interesante, una vecina que maltrata al hijo. Esa maternidad me llevó a la de mi madre. Es una nouvelle que surge de la necesidad de narrar las complejidades cotidianas. No sé. La escribí durante un año y le puse todo el power los tres meses del último verano. Literal, no hice otra cosa salvo cubrir mis necesidades básicas. Pero, Bicho taladro no existiría como libro sin el trabajo de edición de Gabriela Luzzi.



**¿Cuál es el primer texto del que te hacés cargo como escritora? ¿qué similitudes o diferencias se dan con "Bicho taladro"?
-Una novela inédita que se llama Amasijo. La empecé en un taller que hice con Liliana Bodoc. Ese taller fue importante porque me posibilitó ser más consciente de los que escribo; después la corregí con Ariel Bermani. Ahora la voy a revisar por consejo de Carlos Chernov.
Una similitud con Bicho es que algunos personajes los construyo con retazos de las personas que estuvieron o están cerca mío. Diferencias, un montón, el narrador, la estructura, el lenguaje.

**La novela está atravesada por otros textos, ¿cómo fue el proceso de incorporación de estas lecturas?
-Ahí tenés, esa es una similitud entre Amasijo y Bicho taladro, no puedo escribir sola, lo hago con las voces de mi biblioteca. Cuando una voz me convoca, abro ese libro, lo hojeo o voy a la cita marcada y la incorporo. La mayoría de las veces termino sacándola, pero algunas quedan. Me gusta esa compañía tanto como la de mis amigues, que de una u otra manera también están en mis textos.

**El trabajo como docente de la UNAJ ¿incide de alguna manera en tu trabajo en literatura?
-Uf, tanto. Esta universidad me incluyó no solo en parte del mundo académico, sino también en el de la literatura. Conocí a Liliana Bodoc porque una compañera de la UNAJ me avisó del taller; a Bermani porque me hizo reír y pensar en unas jornadas a las que fue como escritor invitado. Me acuerdo que en esas jornadas había escuchado a varias personas muy capas en literatura, pero cuando escuché a Ariel Bermani sentí empatía. En el brindis me presenté y le pedí el mail, me dijo que mejor le daba el mío, que en febrero cuando mandara la invitación para los talleres me escribiría. ¡Era octubre!, así que pensé: se sacó a la molesta de encima. En febrero llegó la invitación a mi casilla de mail. Estas también son las cosas que lo hacen un maestro.
A quienes somos del conurbano, las nuevas universidades nos incluyeron en muchos sentidos. Viajé para participar en congresos y conocí muchas otras universidades y, claro, lugares y personas; hacemos encuentros con docentes de nivel secundario; participé en un programa de la radio de la UNAJ (al que visito seguido), no sé, montones de actividades relacionadas con mi tarea docente, pero todas ancladas en la literatura. Siempre el tema es la literatura.

**¿Por qué escribir?
-No sé. ¿Porque no pude ser bailarina?
El primer recuerdo es de cuando tenía dos años más o menos y mi cuna estaba pegada a la biblioteca del comedor de la casa de papá y mamá. Me apoyaba en la baranda y estiraba el brazo hasta alcanzar algún libro que abría. Es una imagen muy sensorial la de esos momentos. Otra imagen es la de estar aburrida en la escuela y escribir poesía en hojas sueltas que escondía en el buche del pupitre.
Escribo para no aburrirme. También para decir lo que no me animo de otra forma.