miércoles, 24 de julio de 2019

"Frutas tardías" de Eugenia Pérez Tomas

-¿Cuál sería el momento en que empezaste a escribir?

Primero escribí hablando. Después tuve diarios y con la ansiedad no sabía qué hacer. Escribía, pero también arrancaba las hojas de la libreta para no escribir. La idea de la literatura apareció más tarde, no como eso a lo que me volcaba a menudo para hacer de mis días días, sino como eso con lo me podía vincular muy profundamente, y hacer.

-A partir de entonces ¿Cómo se fue dando tu formación como escritora?

Pienso que fui armando un mapa, una constelación de lecturas, que fue creciendo y por momentos desordenada y arbitraria -la lectura y el crecimiento-, voraz y obsesiva también. Como autodidacta tengo clásicos vacíos y pendientes. Encontré en el taller de Ariel Farace un espacio de contención donde escribir y pensar. Con el mismo espíritu me acerqué a la escuela de dramaturgia de la EMAD y luego a la maestría en escritura creativa que dirige María Negroni en UNTREF.

-¿Cómo nace Frutas tardías?

Nace del choque entre una imagen y una lectura. La imagen insistió hasta que escribí: una chica ve aparecer en el ascensor de su edificio un Oso. Por azar llegué a la novela gráfica La pantera de Brecht Evens y me habilitó a proyectar mi libro. Después vinieron otras lecturas y desviaciones. El oso fue buscando su apariencia hasta la sombra salvaje final. Tuve ganas de probar mi escritura en otros territorios, que hasta el momento había mantenido en fiel sociedad con lo dramático.

-Hay dos epígrafes en el inicio de Frutas tardías ¿cómo los hacés jugar en ese ingreso a la novela?

El trabajo con la editora GL fue clave. Llegué a tener un blockcito de epígrafes tentativos.  ¿Se pueden citar listas de autoras? Aquellas que me acompañaron en la escritura, en las que caí para seguir. Tuve suerte porque mi editora sugirió sostener el fragmento de Paisaje y el otro de Hempel que en instancias finales pensé sacar y son llaves preciosas que funcionan bien en espejo. Es necesaria esa pequeña serie de referencias que permiten leer hacia afuera del libro, una invitación a salir para entrar de lleno al universo de Frutas Tardías.

-¿Cómo pensás tu arte poética?

Siempre pienso que cuando alguien que me conoce mucho lee lo que escribo puede llegar a descubrir que lo que estoy contando es todo un invento. Es un poco difuso, mientras escribo transpiran recortes de mi historia, como en un sueño. En el cuadro del texto hay una mezcla entre la realidad y la ficción. La ficción es el sostén en donde aparecen elementos que puedo reconocer de mi realidad personal pero también tengo mucho interés en la construcción de una voz, en el artificio y, por qué no, en los procedimientos que permiten leer por fuera de una escritura más espontánea. Tal vez mi escritura sea un poco un pastiche y la forma de pensarla un tanto movediza. Me ayudan a pensar mis amigxs y también Andrés, mi compañero, con el que compartimos libros y palabras.

¿Tenés alguna obra o autor x fetiche?

En general, cuando descubro a una nueva autora o autor y me atrapa, quiero leer todo lo suyo. Voy pasando por temporadas en las que me aferro a estos descubrimientos, como Rachel Cusk ahora, y también existen autorxs a los que siempre vuelvo cuando me siento perdida, se me ocurre nombrar a Lispector y a Chéjov.


¿Por qué escribís?

Olga Orozco decía que un impulso golpeaba su puerta y ella la abría. Escucharla decir eso me organizó internamente. Me gustó para mí. Un impulso aparece, escribir me organiza de manera sensible. Y el trabajo de la escritura me implica un esfuerzo –vital. Gracias a que escribo puedo pensarme en el mundo, y de alguna manera es el trabajo de la escritura lo que me permite cuidar o cuidarme de aspectos de mi personalidad, también es gracias a ese esfuerzo que ensayo formas de ver y puedo levantar la voz que sin escritura suelo tener bajita.

lunes, 1 de julio de 2019

"La cloaca", de Guillermo Ferreyro


🍤 ¿Cuál sería el momento en que empezaste a escribir?

Relacionaba el expresarme con dibujar y pintar,  y lo hacía con seriedad, tomaba clases, pero sentía no me alcanzaba o no me conformaba. A los doce años tuve el impulso de narrar ciertas experiencias y escribí algunos textos con la clara intención de que fueran literatura.   
Sin embargo, el hecho determinante fue que mi madre apenas sabía leer y casi no sabía escribir. Era gallega y había emigrado muy joven, entonces mantenía con su familia una relación epistolar. Por supuesto sus cartas eran cuatro líneas que le costaba muchísimo escribir. Apenas aprendí a leer y escribir con cierta fluidez, ella comenzó a pedirme que le lea las cartas y que las conteste. Entonces descubrí que sus familiares le hacían muchos reclamos, entre otros que regrese a trabajar la tierra. Entonces asumí la tarea de hacer  las cartas.
Escribía dos o tres páginas contando anécdotas inventadas que justificaban a mi madre y su imposibilidad de regresar. Cada dos  meses recibíamos correspondencia y entonces yo me sentaba  a elucubrar argumentos, excusas y peripecias. Algunas eran exageraciones de hechos reales, el cincuenta por ciento invenciones y un veinte por ciento pura realidad.  Así fue hasta los doce.  


🍤 A partir de entonces, ¿Cómo se fue dando tu formación como escritor?

Desde los  nueve me la pasaba leyendo lo que encontrara,  así me topé con algunas  viejas ediciones de Radiografía de La Pampa, Platero y Yo, el Cid Campeador, Martín Fierro, Facundo, novelas de ciencia ficción y western.  Eran libros amarillentos, a veces les faltaban páginas o la tapa. No sé bien cómo habían llegado a mi casa, pero como mi madre trabajaba de doméstica ella solía traer ropa y libros que le sus patrones desechaban. Nosotros no teníamos biblioteca. Otro punto  importante fue que a  los siete le pedí a ella  estudiar inglés y haciendo un canje por trabajo,  pudo mandarme a La Cambridge,  de modo que  a los diez empecé a leer en inglés  novelas,  cuentos y teatro  de  Oscar Wilde, Poe,  Shakespeare, Tennessee Williams, Lewis Carroll, Agatha Cristie, Mark Twain, Stevenson, Dickens, entre muchos otros.  
Es decir, tuve una aproximación muy personal y desordenada a la lectura, y recién a los quince años comprendí que había un mundo que llamaban literatura. Para colmo, fui a una escuela secundaria técnica, de química, donde no interesaba mucho el tema.  Así que mi interés fue siempre en paralelo y ya a los diecisiete la literatura le había ganado a la ciencia. Entonces editamos  con amigos una revista subterránea, en metimos en un mundo subterráneo de la contracultura que de algún modo resistía la opresión de los militares. Colaboré con otras revistas, y trabajé en un par de proyectos d editoriales independientes, casi clandestinas.  Luego transité por algunos talleres  pioneros como el Héctor Lastra o Susana Swarc, y fui definiendo mi primer libro Nunca conocerás Nueva York. Más tarde pasé por Letras en Puán, pero me di cuenta que no era lo que buscaba, mi objetivo siempre fue escribir, por lo tanto, largué. Me dediqué a trabajar como redactor creativo y seguí trabajando en mis textos sin ningún objetivo de publicación. Sólo porque necesitaba hacerlo. 


🍤 ¿Cómo nace "La Cloaca"? 

La Cloaca es una experiencia de descenso a la parte más sucia de la memoria, una zona en la que están estancadas  muchas vivencias dolorosas, desechos  del proceso de degradaciones de las instituciones con las que nos intentaron moldear.  Cuando era chico, uno de nuestros juegos prohibidos, consistía en meternos en el arroyo entubado del Maldonado y explorar esa Cloaca tratando de salir en algún punto lo más lejano posible, levantando las tapas de inspección. En esos recorridos imaginé innumerables fantasías y me topé con realidades asquerosas, empezando por el olor, siguiendo por las ratas, los murciélagos y los techos plagados de cucarachas voladoras. Con los años esos descensos fueron una metáfora de la realidad, empecé a llenarlos de sentido y asimilarlos como un mecanismo de comprensión de nuestra oscura historia.
Cuando tenía nueve o diez años, mi hermana cinco menor que yo me preguntó porqué la calle en que vivíamos se llama Camarones. Se me ocurrió decirle que debajo de nuestra calle y en ese punto frente a nuestra casa, en las profundidades de la tierra había un arroyo, el Maldonado y que allí en la oscuridad crecían miles de camarones que se esparcían por las aguas podridas. Esa mentira fantástica la sostuve por años, hasta que ella entrando en la adolescencia dejó de creerme, aunque siempre seguimos el juego.
Esa idea es el verdadero origen des esta novela. A partir de ese recuerdo comencé a escribir e hilvanar pequeños sucesos, que agrande y deformé y desvié con la inestimable ayuda de los personajes. 
Dentro de esta suerte de saga también englobo la nouvelle La ponedora, que a diferencia de la trilogía del diminutivo, en lugar de abordar a personajes de ese cuadra, trabaja con  personajes que llegan a instalarse en ese espacio, o sea son nuevos. En esta nouvelle desarrollo a Agustina que es un personaje central de este mundo y tiene roles centrales en todos los demás libros.




🍤 ¿Qué rasgos de continuidad y cuáles de ruptura tiene este libro con lo que escribiste y publicaste anteriormente?

Mi libro anterior, Pinturitas, se desarrolla en el mismo universo que La Cloaca, cada relato está referido a un personaje y una casa de la misma cuadra, incluso uno de los relatos, El viejo, aborda en un ambiente onírico la bajada a La Cloaca y es de algún modo, la primera exploración literaria que hice de ese espacio subterráneo. 
Pinturitas, compone con otros dos libros inéditos, Estampitas y Figuritas, la trilogía del diminutivo, son relatos enlazados, que comparten ese universo y siempre centrados en un personaje específico. Considero esos relatos como un paso intermedio entre novela y cuento, porque funcionan como un conjunto de cuentos claramente diferenciados, pero también como fragmentos de una novela, porque por ejemplo algunas cosas que quedan abiertas en un relato, se resuelven en otro u otros.
La mayoría de  los relatos son extensos y los estructuro en capítulos, por lo que también podrían funcionar como novelas cortas, de manera individual.
Siempre los defino como relatos porque me cuesta clasificarlos en novela o cuento. Los siento totalmente independientes y al mismo tiempo funcionando en un conjunto. Es decir, creo que mantiene la noción de pertenecer a una misma cuadra.
Es universo el de Camarones y La Cloaca, se completó. Mi nueva novela Mal Trato, aborda temas , espacios y un estilo muy distinto.