miércoles, 12 de diciembre de 2018

Un perro en la puerta de la casa velatoria, por María Insua



Ya el título genera perplejidad, ¿no?: puedo imaginar tantas cosas; hay una promesa de historia que no queremos perdernos. Seguro, hay intriga.
Pero leí la novela porque quería saber qué onda con el perro. ¿Acompañaría la muerte de una mujer como en las esculturas de los sepulcros de la Edad Media?, ¿a un navegante en su noche final?, ¿sería ese perro, finalmente un símbolo de resurrección?
La narradora mantiene la expectativa de qué pasará hasta el final. Sobre todo en la primera parte, en que cada capítulo nos mantiene atentos a lo que vendrá, se genera una tensión teatral muy efectiva:” La tía Carmen llega”, “No puedo llorar”, “Ese olor me despierta y me doy cuenta de que el perro está ahí. Observándome con atención”, “Y ese amor tan puro que lastima por lo que vendrá después”. Ya nos atrapó, no podemos dejar de leer.
La cuestión es cercana a cualquier situación que hayamos vivido. Bien, todes, en el menos triste de los casos, al menos pasamos por la puerta de una casa velatoria y, quizás había un perro. Lo diferente en esta historia es la protagonista: una mujer joven, hija mayor de una familia tipo de clase media argentina. Trabaja en una oficina, no tiene pareja. Hay millones así, ¿qué es lo diferentes, entonces?, que se da cuenta que su vida está predestinada a “ser” de determinada manera por su clase social. Claro, que “ser” implica también lo que “no será”, no puede elegir sin dejar de pertenecer. Esto nos interpela, ¿en qué se transforma nuestra vida cuando no podemos elegir?
Nunca seremos y/o tendremos lo suficiente para complacer al sistema del progreso y del éxito que la clase media nos exige.
Más allá de los conflictos con los otros personajes y con ella misma, la protagonista tiene un problema, cumplir o no cumplir con los mandatos de la clase a la que pertenece.
La novela presenta una visión de mundo: si somos funcionales a las exigencias de un sistema, social, económico, político, familiar y dejamos de lado nuestros deseos seremos profundamente infelices, desapareceremos, nuestra vida pasará inadvertida hasta para nosotros mismos. La narradora nos cuenta:

“A lo lejos diviso una figura esbelta. Lleva tacos altos y un traje entallado negro, como el luto lo requiere. Sin embargo, cada parte de su ser está marcada, ajustada, ceñida.”

He aquí el dilema que nos deja, “ajustarnos”, “ceñirnos” según nos lo requieran o seguir las voces de nuestros deseos.
Texto leído el domingo 9 de diciembre de 2018, en la presentación de “Un perro en la puerta de la casa velatoria”, de María Soledad Fernández (Sole A Sekas), Paisanita Editora, 2018, que realizamos en el Centro Cultural La Macacha de La Plata.