En
los dieciséis relatos en primera persona de Zambullida, la voz de Salomé
Wocholosky sumerge a quien lee en la construcción de una subjetividad que
si bien se desentraña a medida que la narración avanza, también desde el
comienzo se explícita, se desnuda, se deja ver. El procedimiento, que sigue la
corriente aparente de la oralidad, arma en cada historia un puente entre la
palabra y su fondo emocional. No frías conceptualizaciones, no análisis ni
abstracciones, nada de esas zonas muertas que distancian. La frescura conjugada
con la reflexión, la ternura extraída de la misma fuente del desamparo, el humor,
el sentimiento de inadecuación, y la disidencia política -gordx, lgtbi, de género-
se revelan como consecuencias de una lúcida sensibilidad, a veces descarnada: Vi
en sus ojos lo que llevaban los míos, eso que después y ya antes había sentido,
que se notó e intenté tapar: desprecio. Despreciándola me despreciaba.
Efecto de interpelación y belleza produce la lectura de Zambullida,
libro que también puede ser un dinámico anecdotario, un punteo de sucesos
biográficos transformados por la ficción. Si un hilo cose todos los retazos con
los que Wocholosky compone esta estampa conmovedora es el de la falta
original: Una sed de amor, como se titula el último relato. Pero leer a
Salomé puede sin embargo desconcentrarnos del dolor, por el rato que estamos
frente a estás páginas dejarnos imbuir por el alivio de una literatura que
batalla contra la dureza del mundo.
Paula Jiménez España
Salomé Wochocolosky nació el 6 de marzo de
1980 en el barrio de Villa Crespo. Estudió Sociología. Coordinó talleres de escritura
y literatura en bachilleratos populares y en el Hospital de Emergencias
Psiquiátricas Alvear. Militante y activista gorda y por las disidencias
sexuales de género e identitarias. Escribe cuentos, crónicas, relatos y alguna
que otra poesía.
Ilustración de tapa : Hexico
Fotografía de autora :
Noelia Monópoli