lunes, 23 de diciembre de 2024
¡Felicidades!
lunes, 11 de noviembre de 2024
PUNTO CARAMELO de MERSI SEVARES
Punto
caramelo de Mersi Sevares habla de lo
difícil y de lo excitante.
Del
punto exacto, es decir de vivir en este mundo caro, a fuerza de amarlo. Mersi
porta el divino tesoro de su juventud,
se deja crecer las alas y sobrevuela esta ciudad con el largavistas de
la poesía. También con sabiduría, con “la cicatriz de haber pertenecido” y con
la urgencia del deseo. Como si fuera nuevo en esto de ser terrícola y
necesitara otra vez definirlo todo.
¿Puede
la poesía verse, tocarse, agarrarse con una manopla porque lo que sale del
horno es fuego? En Punto Caramelo hay algo de esa magia de la cocción lenta, de
la observación minuciosa, lo que se funde y se amasa en una cocina, de donde
vienen los ruidos más amables y también los filos de la cuchilla.
Hay
una voz aguda y punzante, como quien intenta habitar la experiencia con las
yemas de los dedos.
Los
poemas de este libro son dispositivos de conocimiento y reparación. “el amor
crece en la costura de los fragmentos” y es así como se comprende en la poesía
de Mersi, con paciencia de aguja que punto por punto hinca la tela y recompone
agujeros.
Todo
está en la mirada, parece decirnos este libro, que también equipara mirar con
amar.
A
contracorriente de la inercia urbana, esa trama que adormece y que nos quiere
quietxs, Punto Caramelo celebra el movimiento, la vida entendida como
ebullición, metamorfosis, audacia. Defiende la lengua que es mutante,
irrefrenable igual que esas raíces de árboles que rompen baldosas. Y con ella
estos poemas hacen lo que quieren de manera festiva, lúdica y llena de
inteligencia combativa, nos hacen preguntas con escenas inquietantes ¿Quién fue
el primero en decir “esto es mío” y no vio a la vida mirándolo?
Flor
Monfort y Noe Vera
Mersi Sevares (Buenos Aires, 1996) Si
aprende algo nuevo en el día, ese día ya lo ganó.
Es artista escénicx,
licenciadx en Letras (UBA) y profesorx de teatro. Su género va de un lado a
otro, cruza identidades, como en sus obras.
El EP Acá las puertas
es la continuación sonora a su mazo de cartas Estas Llaves. Co-escribió,
dirigió y actuó Colúmbidas, La Mula endiablada y Terraza con Grupo Dientes.
Co-escribió Las jóvenes Promesas con Federico Lehman. Mersi busca las zonas
fronterizas que existen entre las disciplinas para transportarse de una a otra,
develar las costuras, traducir, acercar y fundar otros mundos posibles..
Fotografía de tapa y
de autorx : Diego Stickar
jueves, 18 de julio de 2024
La canción del día, de Eugenia Pérez Tomas, por Camila Fabbri
La canción del invierno por Camila Fabbri
Sobre
la presentación de La canción del día, de Eugenia Pérez Tomas
Vi una capucha amarilla perdida en el vaivén de
Scalabrini Ortiz y Paraguay. Se agarraba
los brazos para evitar el frío o para ponerselo a favor. Estaba nerviosa pero
también satisfecha, como alguien que acaba de recibir un trofeo hermoso. Al lado suyo, una chica de anteojos grises
sonreía mientras levantaba unas cajas. Me acerqué sigilosa hasta que entendí
que eran las personas que estaba buscando. Cuando la capucha amarilla me
vio, sonrió con toda la cara. En su
alegría, el frío se desvanecía. Perdía importancia. Pocas cosas más lindas que ese gesto en la
cara de alguien que me ve llegar. Entre las dos me explicaron que el bar donde
ocurriría la presentación, en pocos minutos, todavía estaba cerrado. Que
teníamos que esperar a que llegara Gustavo a levantar las persianas para
bienvenir los nuevos libros. Me ofrecí a ayudarlas. Caminamos las tres con
cajas y bolsas repletas de ejemplares. Gabriela Luzzi, editora y creadora de Paisanita,
llevaba los anteojos grises, Eugenia Pérez Tomas, la escritora que acaba de
publicar su último libro La canción del
día, llevaba la capucha. Todas llevábamos las cajas. Lo que había alrededor
nuestro era un domingo que nos empezaba a involucrar.
Alrededor del Varela Varelita se agrupó un
grupo de gente con guantes y gorros. Podríamos haber aplaudido como en el
teatro, en el deseo de que algo empiece. Nos enredamos en conversaciones que
queríamos tener. Amigas, conocidos, gente que no veíamos hacía muchísimo
tiempo. Todos y todas ahí reunidos para acompañar la llegada del libro de esa
persona querida, de esa escritora admirada.
La jornada traía también la presentación del
libro de poesía Aieka, de la autora
Daniela Aguinsky, así que el público, a medida que pasaban los minutos, se
triplicaba.
Una especie de Woodstock de la modernidad se encaramó hacia la puerta del Varela Varelita ni bien Gustavo o Alfredo trajeron la llave. El bar estaba intacto y frío. Las mesas beige, las sillas acolchonadas, los afiches de películas argentinas y uruguayas en las paredes. Fuimos los encargados de entibiar el lugar, lo logramos muy rápido. Dos chicos que pasaban por las mesas nos preguntaban qué queríamos. Suplicamos cafés. Ahí adelante, en una reunión de mesas que simulaban un escenario, Eugenia y Gabriela se acomodaban para empezar, ahora sí, a decirnos algunas cosas.
Las presentadoras de La canción del día fueron la escritora y periodista Sonia Budassi
(autora de Animales de compañía, recientemente publicado en Entropía, La
frontera imposible, Periodismo, entre otros), y la poeta Natalia Romero (autora
de Puede que la muerte mienta, El principio luminoso, entre otros). Ellas
también se acomodaron ahí, con las camperas a media asta y los borcegos o
zapatillas bien ajustadas, para evitar cualquier corriente de aire. Sonia tomó
la delantera, sentada del lado izquierdo de la mesa. Eugenia tomó el centro y
miró al suelo, porque eso de que hablen de ella y de su obra siempre la pone
introspectiva. Sonia subrayó muchísimas partes de la novela, leyó en voz alta
oraciones que le parecían sublimes -parafraseando
el adjetivo que ella eligió usar-. Habló sobre la complejidad de escribir en
segunda persona, sobre la fragilidad de ese distanciamiento tan leve. Citó el
libro Autoayuda de la escritora
norteamericana Lorrie Moore, ahí donde la autora también se escribe a sí misma
para acomodarse en su día a día y poder
sobrevivir. Sonia generó un deseo ansioso de lectura, unas ganas genuinas de
querer asomarse en la forma de repartir las palabras que tiene Eugenia.
La
canción del día es, para
mí, una novela movediza, inexacta. El
relato es lineal, avanza sobre ese carril único hasta que no, hasta que
ramifica para ejemplificar con anécdotas históricas, con hitos reales. El libro
es un diario, pero no es un diario. Por momentos está signado por un esquema de
días, pero esa forma de narrar también desaparece. Es imposible aferrarse a
algo que perdurará en La canción del día,
su estructura es una tormenta. Ima es Eugenia, pero podría no serlo, porque Ima
es una mujer embarazada que pronto tendrá a su primera hija y lo que se narra
sobre esa experiencia es íntimo, sí, pero también es absolutamente universal.
Lo que logra Eugenia en su libro, al menos para mí, es hablar de millones de
asuntos tomando como eje principal la maternidad. Como si encontrara un
lenguaje cercano a ese tema para hablar de eso, pero también de esto otro, y un
poco sobre aquello también. El lenguaje, lo natural, lo ajeno, el amor, la
falta de amor, la pérdida del padre, la pérdida de la madre, convertirse a
algo, en madre sí, pero convertirse, en la conversión en sí, la rutina, el
hambre, el miedo, el terror absoluto, el vacío, la caída, la llegada, el
regreso. Todo eso junto conviviendo. Ima tiene una hija, Eugenia tuvo una hija
en el 2018. Esa hija se llama Amelia y estuvo ahí, esa tarde de domingo estuvo
ahí con nosotros. El libro está dedicado a Amelia y ella estuvo ahí, comiendo
un chupetín con forma de chupete, porque ya no es una bebé pero tampoco es otra
cosa. Entonces no usa chupete, pero sí come uno que hace las veces de. Amelia
en los brazos de su papá, Andrés, miraba a su mamá con timidez porque estaba
rodeada de extraños, pero la miraba con una especie de amor y admiración, y
cuando Eugenia la nombró, porque agradeció a todos y a todas las presentes,
Amelia levantó la mano, como si estuvieran pasando lista, porque ella estaba
ahí. Quería remarcar su presencia ineludible. Que Amelia haya estado ahí, con
sus rulos, siendo la protagonista- de algún modo- de este libro real y no real que se se presentó esa tarde.
Estuve
cerca de Eugenia todo ese tiempo. Cuando el embarazo fue una noticia, cuando el
embarazo fue cuerpo, cuando Amelia gateó, cuando Amelia ya tenía una identidad,
un carácter, las veces que Amelia me preguntó quién soy y yo no supe qué
contestarle. Esa tarde bienvenimos un libro, sí, pero también fuimos
espectadores de ese haber maternado, de ese estar maternando. Amelia y Eugenia
estuvieron ahí, esa tarde noche. Y eso, a muchos, nos hizo llorar de emoción.
Fue Natalia Romero quien cerró la jornada que esperamos tan ansiosos. Eugenia, otra vez, puso los ojos sobre el suelo. Ya agradeció, pero igualmente la situación siguió poniéndola algo tímida, vuelta sobre sí. Natalia leyó un texto de una gran belleza. Tomando pasajes de La canción del día y algo de su propia forma de usar las palabras, se asomó al corazón del libro, como si hubiera visto algo que todavía nadie. Se metió ahí, de lleno, y nos compartió su experiencia, como si estuviéramos todos a tientas, también, con los ojos cerrados. Aplaudimos con las manos tibias, ahi sí, después de haber tomado esos cafés. Quisimos abrazar a las escritoras, agradecerles por eso que hicieron ahí, sentadas en esas mesas beige.
Eugenia tomó la palabra, una vez más, y leyó un
pasaje breve de la novela.
Lo que
escribe y lo que lee, esa cadencia al nombrar, entre escurridiza, delicada y
sensible, se parece mucho a la esencia de su libro. Oímos lo que tiene para
contarnos, de esa forma en que ella lo hace. Sostiene el libro con las manos
que apenas tiemblan, un mechón de pelo
se le escapa de atrás de la oreja. Mueve un pie. Cuando rostro y escritura se
encuentran, ahí está: Eugenia.